Autor, intérprete e imitador de sí mismo.

Escrito por Eduardo M Romano el 1 noviembre, 2020

Abrigaba la vana ilusión de afirmarse
y vociferar, que allí comenzaba su propia historia.
A partir de este punto y haciéndolo desde lo alto,
para que todos lo escuchen, se enteren y lo sepan.
Se dejaba llevar por el impulso,
que visto de cerca,
más que empuje era atropello.
Nada tenía que ver
con explorar y hacer la apuesta genuina,
y encarar el intento
de conquistar la voz que no claudica
y el nombre que hace lo suyo.
Un singular comprometido en el entrevero
y el despabilo
del ida y vuelta con los otros.
Pero lo de él ,créanme que era otra cosa.
Encerraba un anhelo de gloria. Una y absoluta.
Una vanidad autocontemplativa,
hecha a fuerza de escapar de aquello
que desdeñaba por común y corriente,
y estar lleno de otros que sobran.
De a poco, su vida se fue transformando
en el eterno eco de su voz, y en el espejamiento de su imagen propia
Autor, intérprete e impostor de sí mismo.
Unico ,excelso y ubicado justo en el centro.
No hace falta decirles,
que el epílogo fue tan inexorable como abrupto.
Terminó atado de pies y de manos
a la trampa gozosa
de pretender ser
al mismo tiempo
origen y destino propios.
Esquivando la falta
y por afuera del conjunto.

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