Escrito por Eduardo M Romano el 12 febrero, 2022
Atreverse a lidiar con nuestros imposibles
o bien dejarlos estar.
Consentir que perduren acechantes e insabidos,
o bien intentar, como se pueda,
consentirles ser palabras sueltas,
libres de intención y de premura
sólo para dejarnos llevar por ellas.
Palabras libres, de las que no somos propietarios
ni dueños.
Palabras que no cesan de hacer fugas y enlazarse con tantas otras.
Para decir más de lo que se supone
y menos de lo que se piensa.
En medio de esos parloteos,
puede que surjan encuentros frescos y vivaces,
como aburridos monólogos
con sus consabidas sorderas.
Según de quién se trate.
Con sus entrañables historias,
mandatos, complicidades y atrevimientos.
Llegado el caso,
puede que aparezcan nuevos sentidos
de tanto en tanto.
Unos que inconscientes e inefables,
no hacen sino prepararse,
a su modo,
para darse a a ver,
(sorprendentes , imprevistos),
desde éste o aquél otro rincón
de nuestros adentros.
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