Escrito por Eduardo M Romano el 9 julio, 2022
Hacían un culto de su mutua posesión
Conocían de memoria sus gestos, las intensidades de sus voces,
los movimientos de su andar ,y hasta las mínimas pausas que se tomaban en sus
momentos de quietud y de suspiros
Les bastaban unas pocas palabras para saber qué pensaban
para, obviamente, ponerse rápidamente de acuerdo.
Para ellos, las rutinas eran lo más importante
Sentían que era preciso defender a toda costa
cada uno de los rituales cotidianos que compartían,
porque eran la garantía de que entre ellos, las cosas
se mantuvieran mansas y tranquilas.
Se habían propuesto habitar lo predecible,
dejando de lado cualquier arrebato deseante.
Para que quede claro,
ahogaban cualquier intento de apostar por algo
que tuviera rostro de incierto o indefinido.
Porque despreciaban lo ambiguo
y todo aquello que aún no fuera del todo
sabido, calculado ni pensable.
Así pasaban sus días
en la sofocante desdicha
de parecer que eran dos.
Siendo en verdad,
Uno y lo Mismo.
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