Escrito por Eduardo M Romano el 29 mayo, 2022
Era lo suyo.
Perderse en pulcras y vagas generalidades.
Ese podría decirse que era su particular modo de hablar y vivir la vida.
Las dudas incesantes , sus merodeos,
y ese modo tan peculiar de anudar los pensamientos,
cuidadosamente pulcro, reluciente y ordenado.
Sin dejar de lado, los inefables avances ,siempre
atados a meticulosos retrocesos que los compensaban.
Algo debía ocultarse,
porque de no hacerlo, tenia la certeza inconsciente,
de que algo ominoso acontecería.
Al escucharlo, uno caía en cuenta que su singular forma de pensar y decir
tenía meticulosamente calculados de antemano,
la extensión, el tono y el alcance de cada una de las palabras .
Las dudas interminables y los cabildeos,
alternaban con un renovado afán para ilustrar, ejemplificar
y discurrir acerca de asuntos
que lejos de concluir en algo,
conducían a otros que estaban
a mano y siempre frescos para seguir dando vueltas y más vueltas.
Todo esto conformaba una anodina retórica cotidiana.
Porque ese modo de pensar
,hecho de jerarquías en equilibrio
y genéricas mesuras,
conformaba una especie de sortilegio.
Imprescindible para anticipar el peligro que suponía
cada día concreto .y sus inciertos «ahoras «.
Siempre inesperados e imperativos .
Siempre desprolijos y desafiantes.
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