Escrito por Eduardo M Romano el 7 diciembre, 2020
Transcurrido cierto tiempo
y sólo a duras penas,
pudo entreverse algo de lo que sucedía,
después de cada uno de esos encuentros.
Su decir tan seductor no era menor al encanto de sus palabras.
Un derroche de frases
y promesas que anunciaban toda clase de buenaventuras
Palabras llenas de encanto,
había de sobra y para todos los gustos.
Se las podía escuchar desde todos los ángulos.
Arriba, abajo ,de frente o de costado.
Derechas o torcidas.
Manteniendo el Norte y el rumbo
o bien girando hacia cualquier lado.
Daba igual. Porque la magia estaba por todas partes.
A tal punto, que cuando terminaba de hablar,
daban ganas de aplaudirlo
y que siguiera hablando.
Por cierto al principio, no había lugar para la inquietud o la duda. Excepto por este detalle
y más tarde por aquél otro .Y después por algunos que se les fueron sumando.
Al comienzo, parecían irrelevantes
y que no venían al caso.
Pero de a poco el decir y los ecos
de algo inefable ,
venido de un territorio otro, se fue imponiendo,
diciendo a su modo, algo muy distinto para quien supiera escucharlo.
Todo era verdad
y podía ser tomado por cierto.
Siempre y cuando,
jamás fuera cumplido.
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