Escrito por Eduardo M Romano el 12 octubre, 2019
Aquella tarde me dijo
que lo suyo era algo así como un concierto inexplicable de derrumbes.
Una suma endemoniada de caídas internas ,
que iban apagando sus anhelos
y eclipsando el brillo y el color ,
de sus palabras.
Los días parecían transcurrir en un doliente e implacable
remolino de entreveros,
en el que extrañamente,
ella se veía
atraída y atrapada.
Despojada de esa clase de referencias imprescindibles
para llevar adelante la vida de uno.
Se refería a las mínimas,las imperceptibles.
Esas que de tan silenciosas,
parece que no ocupan lugar
y no le importan a ningúno.
La abrumaba la sensación de irse desgastando,
perdiendo el interés por casi todo..
Mirando, cómo iban cayendo,
una por una,
sus propias memorias.
Extranjera de aquello
que hasta hacía tan poco,
había sido
tierra e idioma propios.
Pero conservando
la lucidez suficiente
como para registrar,
en detalle y muy despacio,
cada uno de sus desapegos…
…Es que hay cosas
que duelen más
cuando emprenden su retorno
en cámara lenta.
«…Por obra de una afrenta real o un desengaño por parte de la persona amada sobrevino un sacudimiento de ese vínculo de objeto…la libido se retiró sobre el Yo…sirvió para establecer una identificación del Yo con el objete resignado. La sombra del objeto cayó sobre el Yo , quien en lo sucesivo pudo ser juzgado..como un objeto abandonado.». (S.Freud.»Duelo y melancolía» O.C.)
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