Escrito por Eduardo M Romano el 27 diciembre, 2013
Existen, nadie puede dudarlo,
un espacio que no se cansa de producirnos lugares cotidianos …que son una cosa de lo más simple
llana y predecible.
Casi todos, salvo algunas excepciones que ahora
no vienen al caso,
tienen cara de amigos y siempre
que les resulta posible, nos andan facilitando las cosas.
Porque manejan el codigo del sentido comun y
parecen muy buena gente.
Pero el asunto que quiero decirles, es que estos espacios
que habitamos , no son nunca excluyentes ni para nada exclusivos.
Quiero decir que actúan y funcionan en simultáneo con otras
clases de Topologías,
que son hermanas de lo ambiguo,
y muy amigasde lo incierto.
Y por este motivo,
casi nunca se cansan de asomarse a algúno que otro abismo
o bien prenderse gustosas cuando un giro o voltereta
las invitan a dar vueltas por ahí sin rumbo fijo.
También son capaces de lanzarse a una zambullida
que nadie la espera…porque estas Topologías que les digo
saben bien como enfrentar a los miedos,
y se animan sin problemas a arriesgarlo todo por nada.
A mí me parece que es porque tienen mucho más que ver
con el Deseo que con las cosas estrictas de la Empiria.
Y componen una clase de relieves llenos de ímpetu,
que son muy diferentes a los que uno ya conoce y tiene vistos.
Son unas singulares y de lo más curiosas geografias interiores,
que tienen la costumbre de atravesarnos de un lado para otro.
A mí se me ocurre
que son bordes, relieves y abismos
intensos…que conocen muy bien el Arte
de agarrar por este lado
y salir disparando por ese otro.
De modo que puede resultar de lo mas común ,
que una cosa empiece siendo gris y anodina por afuera,
para terminar apareciéndose
como una intensidad
que se nos instala
empecinada y furiosa por dentro.
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