Escrito por Eduardo M Romano el 4 agosto, 2019
Entregado a la incertidumbre
de tener que desandar demasiados caminos.
Librado a su propia suerte
por ese abandono ,aún incomprensible.
Viviendo una y otra vez
la pesadilla
de perderse en fragmentos de memorias
sin poder habitar ninguna.
Y peor aún..
…impedido de enunciar en nombre propio.
Extraño pasajero
de partidas inciertas
y sin rumbo.
Deambulador sombrìo
de imposibles arribos.
Vivìa abrumado por recuerdos
que le imponìian vaivenes
capaces de llevarlo
de un estado de ànimo preciso a otro cualquiera.
Què fàciles que sonaban
los consejos de olvidarla,
dejarla ir
y comenzar de nuevo.
Lo cierto es que la desazòn
no dejaba de extendendèsele
hasta abarcar
màs de lo debido.
La traìa todo el tiempo a su memoria.No podìa dejar de hacerlo.
Como si intentara deletrear en detalle cada instante.
Aferràndose a aquel encuentro,
en el que no fue necesario
decir una sola palabra.
O esa tierna caricia,
seguida de un leve susurro.
Sabìa de sobra
que todo lo habìa perdido.
Y sin embargo,
no podìa dejar
de darle vueltas
y llevarla
todo el tiempo,
a su modo,
consigo.
«…El objeto tal vez no està realmente muerto, pero se perdiò como objeto de amor…
..sabe a quièn perdiò, pero no lo que perdiò en èl…» ( S. Freud.»Duelo y Melancolìa»)
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