Escrito por Eduardo M Romano el 27 noviembre, 2013
Aquél día , me acuerdo que me dijo , que tomó
la decisión de empezar a ir desmontando
a sus enunciados más frecuentes y rutinarios.
…poner entre paréntesis a las adjetivaciones ,
que empujadas por la costumbre,
ya era como que se decían solas a ellas mismas.
También recuerdo que me dijo que se había propuesto
comenzar a cuestionar y en lo posible, colocar en entredicho,
a muchos de esos sustantivos,
que le afloraban
como por inercia,
por lo convencidos que estaban,
de que eran poco menos que obvios,
naturales y absolutos.
Quiero decir, que se comportaban
como si se los tuviera que tomar y entender
nada más que por este lado
y sólo en éste y en ningún otro sentido.
En una palabra , tenían la orgullosa y ridícula
pretensión de significar
una y la misma cosa para todo el mundo.
Como si las angustias, los miedos, los deseos..
además de los anhelos, y de ciertos motivos
y muchos argumentos, que por fuerza deben permanecer
insabidos para la conciencia y no dichos por la palabra…
…poco y nada tuvieran que ver con ellos.
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