Escrito por Eduardo M Romano el 3 septiembre, 2022
Andaba por la vida como podía,
quiero decir, en un estado de precareidad
y alerta permanentes.
Cargaba con sus propios desatinos,
que se potenciaban con los ideales frustrados
de un padre frío, implacable y distante.
Padre singular, que en curso de su historia
había sabido ingeniárselas
para que cada vez que se pudiera
quedara flotando la sensación de una deuda pendiente.
Una deuda que reconocía siempre a un único deudor
y cuyo pago era, además , imposible.
Así planteadas las cosas,
la moneda de cambio que siempre había circulado entre ellos,
no era otra que la de la obediencia ,la sumisión y el sometimiento.
Decía que se apegaba fielmente a lo esperable y lo correcto.
Pero sin el empuje deseante,
capaz de darle un tono genuino,
afrontar la incertidumbre
y encender la rebeldía.
Cosas que creo imprescindibles
para quebrar obediencias
y aventurarse a lo propio.
Cuando lo conocí, su obsesión por lo racionalmente consabido
lindaba el desvarío,
dejándolo expuesto a la desdicha
de depender inconscientemente,
de un implacable vigía interno.
Uno que gozoso, no cesaba de manipularlo
con la sin razón de su exigencia
y los desplantes de su desprecio.
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Il est très difficile de se retrouver comme avec le A le surmoi, l’autorité à intégrer, pour devenir un adulte mais sans rejet de la règle, car il faut choisir les règles sociales qui nous permettent de devenir nous mêmes, qui nous sommes , pour aller de l’avant. Vivre avec nous mêmes est le départ de vivre avec les autres, au fond nous devons toujours choisir le maitre qui nous laisse penser et vivre, plutôt que celui qui nous guiderait…